Mi historia de vida

Una parte de mí

Esta es mi historia de vida y quiero compartirla contigo.

No porque quiera que sientas pena o compasión por mí, sino para que conozcas cuál ha sido mi camino y por qué he actuado de determinada manera a lo largo de estos años.

Aunque mi problema de salud mental no me defina, sí me ha condicionado y condiciona mi vida.

Antaño me incapacitaba para hacer cualquier cosa.

Actualmente, tras muchos años de medicación (y sigo, pero con menor intensidad) y terapia cognitiva-conductual, he aprendido a convivir con él.

Todo empezó a los 6 años más o menos.

Lo recuerdo perfectamente porque empezaba primaria por aquel entonces.

Tenía que ir caminando por mi calle cuesta arriba para llegar al colegio.

Durante ese trayecto tenía la necesidad imperiosa de pisar determinadas baldosas y tocar paredes, farolas o cualquier otro objeto.

A veces, tenía que volver atrás, mirar fíjamente un objeto, repetir mentalmente una serie de palabras y números, y luego ya podía continuar andando.

En la escuela, por ejemplo, tenía que reescribir lo que ya había escrito en un ejercicio o borrar lo subrayado y hacerlo de nuevo de forma muy repetida.

Y así un listado enorme de acciones sin sentido…

Por aquel entonces desconocía por qué actuaba de este modo.

Lo que sí tenía claro era que aquellas acciones, por más absurdas y ridículas que fueran, eran el único mecanismo que tenía para expulsar determinados pensamientos intrusivos que invadían mi mente.

Eran ideas desagradables, negativas, terribles, etc.

Cosas que me provocaban una ansiedad insoportable, mucha irritación, agotamiento y, sobre todo, sufrimiento.

Algo que ningún ser humano tendría que vivir.

Como sentía mucha vergüenza de que alguien pudiera percatarse de aquellos comportamientos, acabé desarrollando distintas estrategias de ocultamiento y disimulo con el paso de los años.

En muchas ocasiones, como era imposible ocultarlos o disimularlos, no me quedaba otra que soportar aquel castigo mental durante horas.

A pesar de ese tormento, fui un buen estudiante (al menos eso me decían).

Con el tiempo, también me convertí en un deportista bastante decente.

Si uno lo miraba desde fuera, pensaría que ese joven melenas, jugador de baloncesto y que salía con sus amigos durante los fines de semana era feliz.

Nada más lejos de la realidad.

Entrevista en «Hora Punta» en La 1 (2.01.2018)

El coste de la ignorancia

A medida que iba creciendo, aquellos pensamientos intrusivos aparecían con más frecuencia y eran más desagradables.

Eso me obligaba a dedicar más tiempo a llevar a cabo aquellas acciones absurdas.

Por fuera, sonreía y hacía lo posible por mantener las apariencias.

Por dentro, sin embargo, la historia era muy diferente.

Llegaba a casa y me derrumbaba, lloraba sin motivo aparente y, cuando mis padres me preguntaban qué me ocurría, no tenía palabras para describir el caos interno que me atormentaba.

No podía verbalizar lo que estaba viviendo, aunque aquello me estuviera torturando cada minuto de cada día.

Fue a finales de octubre de 2010 cuando obtuve las respuestas que tanto buscaba.

Acudí a una psiquiatra y le conté, con todo el detalle que pude, algunos de los episodios que había vivido desde niño.

Su diagnóstico fue claro y contundente: «Tienes un Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). Lo padeces en un nivel muy alto, pero tiene tratamiento«.

Salí de la consulta llorando.

Pero esta vez las lágrimas tenían un significado distinto.

Por un lado, sentí una enorme liberación.

Por fin, después de 14 años viviendo encerrado en esa cárcel mental, alguien me decía que todo aquello tenía un nombre y una explicación.

Por otro lado, me invadió una mezcla de rabia e impotencia.

¿Y si hubiera sabido antes lo que me pasaba?

¿Cuántas experiencias podría haber vivido de otra manera?

¿Cuál hubiera sido mi potencial real de no haber tenido el TOC?

A partir de ese momento, solo tuve dos opciones:

Capitular y dejar que el TOC dominara mi vida.

O bien luchar por recuperar mi libertad.

Opté por la segunda.

Me prometí que me rebelaría contra esta tiranía mental.

Ya no quería ser esclavo de mis pensamientos intrusivos.

Entrevista a Planta Baixa TV3 (4/02/2020)

Mi transición hacia la libertad

Los primeros tratamientos, tanto psicológicos como farmacológicos, no dieron el resultado que esperaba.

La desesperanza se apoderó de mí y, en más de una ocasión, pensé en tirar la toalla.

Porque cuando alguien está desesperado, es capaz de cualquier cosa.

Un psiquiatra que visité por aquel entonces me recomendó que me tomara un «descanso» de los estudios.

Cuando le dije que estaba cursando tercero de Derecho, no podía dar crédito:

«¿Cómo es posible que estés en tercero de carrera con este nivel de pensamiento obsesivo? Hay personas que, con un nivel como el tuyo, tienen declarada una incapacidad«.

Mi respuesta fue firme: el Derecho era mi refugio, lo que me daba fuerzas para seguir adelante, y no estaba dispuesto a dejarlo.

Pasaron unos meses de ajustes y reajustes en los tratamientos, y finalmente encontré a mis dos «ángeles de bata blanca».

Estas dos personas no solo entendieron mi lucha, sino que me salvaron la vida.

Con su ayuda, y con el incondicional apoyo de mis padres y amistades más cercanas, empecé mi transición hacia la libertad.

Así me gusta llamarla.

Durante los primeros años, participé en terapias grupales donde conocí a otras personas que compartían mi experiencia con el TOC.

En esos encuentros viví momentos muy emotivos con mis compañeros de batalla.

Nos unía una comprensión profunda de lo que significa vivir con un problema de salud mental, y compartimos un respeto y admiración mutuos que, a día de hoy, sigo llevando en el corazón.

No voy a mentir: esta transición ha sido complicada, y aún sigue siéndolo.

Aunque mis circunstancias actuales son muy diferentes a las de hace una década, todavía hay días difíciles.

Pero, lo más importante, es que ahora puedo vivir y soñar en construir un proyecto vital.

Y creedme cuando os digo que esto no tiene precio.

Es como si hubiera vuelto a nacer y estuviera aprendiendo de nuevo.

Tras muchos años, he conseguido cambiar mi mentalidad sobre esta experiencia.

Antes solía pensar: «¿Hasta dónde habría llegado si no tuviera TOC?«, castigándome cada día.

Actualmente, ya no lo pienso. He aprendido a decirme: «A pesar del TOC, mira todo lo que has logrado a lo largo de estos años«.

Este cambio de mentalidad no solo me ha dado fuerzas, sino que me ha permitido ver mi historia con orgullo y gratitud.

Muchas gracias por haber dedicado tu tiempo a leer mi historia y no dudes en contactar conmigo si puedo ayudarte de algún modo.

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